
"Hoy aprenderemos el paso básico, que son ocho compases. Ven? Uno, dos, tres, cuatro, cinco... y en el quinto la mujer debe tener el peso del cuerpo en el pie derecho y entonces, con ese mismo pie, y cambiando el peso, ella sale hacia atrás y seguimos, seis, siete, ocho...entendieron?
Dijimos que sí (no sin ciertos reparos) y empezamos a bailar: uno, dos, tres, cuatro, cinco...uno, dos, tres, cuatro, cinco...uno, dos, tres, cuatro, cinco... NADA! No había manera. Alberto estaba empeñado en que yohciera el sexto con el pie izquierdo, pero no quería entender que lo tenía cruzado por delante.
- Me estás atropellando!
- No, sos vos que no retrocedés.
- Pero, cómo querés que retroceda si tengo el pie en el aire?
- Pues las demás lo hacen...
- Las demás lo hacen porque los demás marcan bien.
- Alberto! - se acercó el profesor - tenés que tener en cuenta donde tiene ella el peso del cuerpo. Si no lo hacés, ella no puede salir. Mirá: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Viste?
Qué lindo era bailar con alguien que me entendía! Reconocí que con Alberto me sentía impotente. Me echaba a mí la culpa de sus limitaciones y no quería darse cuenta de que era totalmente imposible seguirlo".
Esta clase se parece mucho a nosotros, cuánto más fácil es mirar lo que hacen mal los otros, en vez de mirarnos nosotros mismos y preguntarnos: no estaremos haciendo algo mal??